Fuente: The Trumpeter, vol. 14, pp. 143-148 (1997)

¿Puede la Biosfera ser Salvada?

(Traducción del resumen del artículo original)

No es simplemente una cuestión del abastecimiento de agua y drenajes, sabe usted. No. Es el conjunto de nuestra vida social que tenemos que purificar y desinfectar.--Henrik Ibsen[1]

Cuando consideramos las soluciones a los problemas de ecología humana, todos los caminos parecen conducir a la arena política.--Paul Ehrlich et al.[2]

[Los ambientalistas] deben presionar tan fuerte para reformar las campañas politicas como lo hacen para remediar problemas ambientales. Dado que el movimiento nunca será capaz de igualar la campaña de guerra industrial, la única forma de nivelar el terreno de juego es (…) a través de la reforma del financiamiento de las campañas.--Randy Hayes[3]

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RESÚMEN: El fracaso de los Estados Unidos de mejorar la calidad ambiental se puede atribuir a dos observaciones indiscutibles. Primero, las organizaciones prefieren sus intereses a corto plazo al interés público. En segundo lugar, las políticas nacionales representan a menudo un compromiso entre los intereses organizacionales y públicos. Estas dos observaciones plantean a su vez la cuestión central de las políticas ambientales: ¿Cómo se manejan las organizaciones para convencernos de que sus intereses deben invalidar los nuestros, los de nuestros descendientes, y los de la naturaleza? Entre las muchas respuestas válidas a esta pregunta, la que merece mayor atención es el dinero político. Porque el sector privado gasta más que el resto de los contribuyentes, y porque los políticos deben dirigir millones de dólares para conseguir ser elegidos y reelegidos, los políticos deben a menudo votar en contra del interés nacional. "No somos nosotros el pueblo”, explica el senador conservador Barry Goldwater, "sino comités de acción política e intereses económicos quienes están fijando la agenda política e influenciando la posición de los candidatos en torno a los grandes problemas del día". Así, las innumerables luchas desconectadas del pueblo y de los principales ambientalistas se asemejan a una lucha libre en la que uno de los combatientes debe pelear con las dos manos atadas detrás de la espalda. Los ambientalistas deben enfocar sus escasas energías y recursos, de una vez por todas, en desatar sus manos. Deben hacer causa común con otros humanitarios en una campaña general cuyo único propósito sea: erradicar el flagelo del dinero privado de la política de Estados Unidos.

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1. Henrik Ibsen, An Enemy of the People (1882).

2. Paul R. Ehrlich et al., Human Ecology (San Francisco: W. H. Freeman, 1973), p. 268.

3. Randy Hayes, quoted in Mark Dowie, Losing Ground (Cambridge, MA: MIT Press, 1995), p. 194. See also M. Nissani, Lives in the Balance: The Cold War and American Politics, 1945-1991 (Carson City: Dowser, 1992).

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